A principios del siglo veinte, el psiquiatra Jacques-Marie Émile Lacan enunciaba su Teoría del Espejo, en la que relataba el comportamiento de las personas conforme a su aprendizaje y sus manifestaciones como simulaciones de la realidad que contemplaban. Este planteamiento, trasladado a la comunicación y a la responsabilidad social, apunta hacia su origen dentro de una entidad.
La responsabilidad social para una empresa comienza en la propia responsabilidad corporativa interna. Empezando desde el interior resulta posible ir creciendo para establecer un vínculo de compromiso con la sociedad externa a la empresa.
Obviamente, la adopción de políticas de RSE internas en una empresa es algo opcional, pero posee sus consecuencias positivas si se practica. Dichas políticas fijan los valores y la filosofía dentro de una entidad, posibilitando que tanto la empresa, como los profesionales de la misma reflejen en sus actos y políticas el espíritu interno y la realidad social de éstas. En otro orden, se emplean como forma de diferenciación en el mercado laboral y para atraer aptitudes.
En esta época la sociedad es más exigente con el bienestar laboral, menos conformista, demanda constantemente mejoras en las condiciones laborales y busca la posibilidad de conciliar trabajo, familia y tiempo libre. Crear un vínculo más fuerte con la empresa a través de la RSE interna reafirma el compromiso, la participación, los programas de aprendizaje… incentiva la productividad, la motivación y la sensación de implicación por parte del trabajador.
La RSE interna podría conceptuarse como la parte de la responsabilidad social corporativa que gestiona de manera social, sostenible, ética, humanista y solidaria los Recursos Humanos de una empresa.
Aunque no exista algo que sea fiel copia de una realidad física, como apuntaba el filósofo Rudolph Arnheim, sí es posible configurar espejos imperfectos que reflejen el compromiso social de una entidad.